Siempre trabajando, nunca intrabajando

Trabajo excesivo, escasa productividad.

Por qué gastar toda tu energía en el trabajo está haciéndote perder dinero. 

Todos hemos visto en twitter, facebook e Instagram posts muy curiosos: “El mejor remedio contra todos los males es el trabajo”; “esfuerzo continuo, no fuerza o inteligencia, es la clave para liberar nuestro potencial”; “sueña en grande y trabaja duro”; “el trabajo duro gana al talento cuando el talento no trabaja duro” y así un largo etcétera de mantras motivacionales.

Y claramente el esfuerzo es importante. Yo mismo tengo pegados algunos post it en mi cuarto para motivarme de vez en cuando. Pero lo que me llamó la atención de algunas de estas frases es que al revisar los últimos comentarios que la gente hacía, al menos el 60% habían sido escritos entre la una y las tres de la madrugada. Pensé que si había gente dispuesta a responder posts de este estilo a esa hora era porque posiblemente estarían trabajando también. Esto me hizo sentir bastante mal conmigo mismo, pues mientras otros están tan comprometidos en trabajar en sus logros personales, yo me obstino en respetar esa milenaria tradición de dormir mis reglamentarias 8 horas diarias.

Así que decidí indagar sobre esta maravillosa práctica laboral que está en tendencia en muchos lugares del mundo incluso en nuestro país, donde ahora somos el miembro de la OCDE con más horas laborales semanales, que dictamina que el trabajo desmesurado es el principal catalizador del éxito profesional y que muchos en redes declaran con orgullo dedicar entre 14 y 15 horas de su día. Esto en buena medida se ha convertido en la medida del éxito de muchos jóvenes, y dictamina de manera casi religiosa que quemarse las pestañas es la única manera de alcanzar las metas que se establecen en especial si eres joven. 

Así las cosas acudí al doctor Google para buscar consejos sobre cómo incrementar mis horas de trabajo y el primer resultado que me salió es “karoshi”, que es un término japonés que utilizan los orientales para referirse a cómo algunos le dedican a sus trabajos hasta 20 horas al día.

Y efectivamente karoshi hace referencia a la manía que tienen los japoneses por trabajar extensas jornadas, con apenas descanso, por alcanzar metas cada vez más ambiciosas. Lo que me enteré también, fue que el término no es ningún principio budista de concentración sino la forma como en Japón llaman a las muertes ocasionadas por el exceso de trabajo.

Y aunque parezca una leyenda urbana, es un fenómeno social reconocido en Japón desde 1987, cuando el ministerio de Salud empezó a recopilar estadísticas. Está tan extendido que si un juez determina que alguien murió por karoshi, su familia recibe una compensación de unos US$20.000 por parte del gobierno y pagos de hasta US$1,6 millones por parte de la compañía.

De acuerdo con el Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas de Karoshi, la cifra puede llegar a las 10.000 víctimas anuales, más o menos el número de personas que mueren cada año en accidentes de tránsito y es tan alarmante que es considerado una problemática de Salud Pública, sobre todo porque los que no mueren por paros cardiacos fulminantes, terminan como la trabajadora de la agencia de publicidad Dentsu, Matsuri Takahashi, de 24 años, que se suicidó después de trabajar hasta 105 horas extras al mes. Se estima que entre 50 y 100 japoneses se suicidan en el bosque de Aokigahara (tristemente célebre por el video del youtuber Logan Paul que encontró un cuerpo allí).

Pero volvamos a los niveles normales de esfuerzo, nada de bosques de suicidas ni de la alta presión laboral a la que están sometidos los éticos japoneses. 

La revista de negocios de Harvard (Harvard Business review) investigó el fenómeno donde el trabajo se ha convertido en una especie de religión; y entre más horas se dediquen a una actividad en particular, en teoría debería producir más resultados… 

y aquí cito a Homero Simpson cuando dice: “Estoy de acuerdo contigo en teoría. En teoría el comunismo funciona, en teoría”. 

La investigación demostró que la sobrecarga laboral no está directamente relacionada con la productividad. Incluso los jefes no son capaces de notar la diferencia entre un empleado que se esfuerza al máximo de otro que simplemente aparenta hacerlo, y la lógica empresarial obliga por el contrario a castigar a aquel que abiertamente declara que se esfuerza menos.

Entonces la sobrecarga lejos de ser un tema que debería tratarse como un problema que genera ansiedad, culpa, problemas respiratorios, circulatorios, alzas de azúcar, muchas cuentas del médico y altísimas probabilidades de error que producen el cansancio y el estrés, que terminan pagando los mismos empleadores, se recompensa por algún sentido obtuso y falaz de compromiso empresarial, que según el NY Times tiene sus raíces en las lógicas empresariales que surgieron en la revolución industrial, y que se basaba en el pensamiento que a los empleados había que mantenerlos vigilados y ocupados para que rindieran.

Lo que más llama la atención es que este tema ya ha sido demostrado empíricamente hace más de un siglo. Cuando los grandes empresarios del siglo XIX se enfrentaron a las primeras exigencias del horario laboral (de 12 a 8 horas), se sorprendieron al darse cuenta que al reducirse las horas de trabajo, el desempeño de hecho subió, que los accidentes se redujeron. Un dato que Leslie Perlow y Jessica Porter, las periodistas que trabajaron por los derechos sindicales, mantuvieron en la mente de los trabajadores para exigir las reducciones a nivel mundial. 

Y si bien es cierto que hay ocasiones en que las circunstancias exigen sacrificios y largas jornadas laborales, la conclusión es que no debería ser una cuestión generalizada. Que vale más la organización que el sacrificio corporal y mental, o como decimos nosotros: vale más maña que fuerza. Es tan así que Warren Buffett, el carismático inversor estadounidense, tiene días de agenda completamente libre de compromisos, que usa para sentarse a pensar, a reorganizar su mente y para reactivarse de nuevo. Porque para él y para expertos en eficiencia, no es la concentración constante lo que desarrolla todo el potencial, sino los momentos iniciales en donde la mente está descansada y lista para reanudar las actividades.

Todo esto está relacionado también con los horarios laborales que mantenemos actualmente. Estar en una oficina durante 8 horas no asegura que realices todo tu trabajo perfecto. En una encuesta llamada «Perder el tiempo en el trabajo», Salary.com muestra que el empleado promedio gasta más del 25 por ciento de su día laboral, o 2.09 horas, excluyendo el almuerzo y los descansos programados, sin hacer nada. Y eso no se relaciona de ninguna manera con la productividad o las metas empresariales. Y aunque muchos empresarios y jefes son reacios a siquiera plantearse la posibilidad, una marejada de compañías lo rechaza y adopta lugares de trabajo basados ​​en resultados y no en horarios, incluidos Project eMT, Crankset Group , grandes compañías como Semco y miles de otras. Pues se plantean unos objetivos en unos tiempos determinados y tienen confianza en su equipo de trabajo de que realizarán su trabajo donde sea que estén en el tiempo establecido. 

Es importante darse cuenta que la productividad no está correlacionada con cuántas horas dedicas y sacrificas al día por lograr una meta, sino en cómo organizas tu tiempo y tu agenda para que esa meta se lleve a cabo. Para eso y gracias a la tecnología que está de hecho al alcance de todos, puedes hacer uso de las aplicaciones de gestión empresarial como Slack y trello; también vale asistir a los cursos de capacitación, diplomados y workshops en los que encontrarás herramientas para aprovechar mejor tus tiempos y tus recursos y, sobre todo, entender que todo esto no es una verdadera sorpresa para nadie. Desde hace varios años que se vienen discutiendo las posibilidades de reducir el horario laboral y se plantean ejemplos europeos donde trabajar 4 o 6 horas es normal. Actuar es también importante y como empleadores o empleados, es bueno que como equipo de trabajo se propongan y experimenten con métodos alternativos de trabajo que puedan ayudar a hacer el ambiente mucho más sano y divertido. Y si eso no los convence, entonces piensen en la productividad que pueden ganar.

Cierro con un pensamiento que todos han tenido en algún momento y que los motivará a compartir este artículo a sus compañeros o superiores: algo está pasando en algún lugar de la ciudad como una obra de teatro, un evento cultural o deportivo que, si la dinámica de trabajo fuera otra, estarías aprovechando ahora mismo. Isaac Asimov dijo que las grandes ideas, por extraño que parezca, suelen surgir cuando no existe presión para pensarlas. Y es mejor pensarlas fuera de las cuatro paredes de una oficina.

Autor: Néstor Pulido – Coordinador de contenidos NOGMA / @viejonestor

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