En el videojuego de ciencia ficción Portal, el excéntrico millonario Cave Jhonson inicia un programa de implementación de inteligencia artificial que pronto lo lleva a jerarquizar ciertos sistemas operativos sobre los componentes humanos de su organización “Aperture laboratories”. En otras palabras, los robots comienzan a mandar a los humanos.
En uno de los posters de comunicación corporativa, se ve el descontento de “Karla, la quejetas”, una empleada humana, frente a esta situación. A lo que el mensaje responde:
“¿Sabías qué…?
Los robots son más inteligentes que tú
Los robots trabajan más duro que tú
Los robots son mejores que tú”.
Este mensaje deja claro que Karla no debe pensar en la naturaleza orgánica o mecánica de su nuevo jefe, y darse cuenta más bien que ella es menos relevante y completamente prescindible frente a las capacidades superiores de la máquina; por lo que debería agachar la cabeza y seguir su trabajo sin tantas quejas y agradeciendo que aún esté en la nómina.
Y hablando de humanos que no conocen su lugar, desde hace un tiempo las condiciones laborales del gigante del ecommerce, Amazon, han llamado la atención por sus despidos masivos y reclamos de los trabajadores. El sitio de noticias tecnológicas The Verge descubrió un documento en el que se manifiesta que la automatización se está usando para monitorear y despedir empleados de Amazon en sus centros de trabajo.
Según el portal, todo se basa en estándares de productividad. Según esto, “El sistema de Amazon rastrea las tasas de productividad de cada asociado individual”, según la carta, «y genera automáticamente cualquier advertencia o terminación con respecto a la calidad o productividad sin la participación de los supervisores».
El reporte de The Verge sugiere que miles de trabajadores pierden sus trabajos con la compañía anualmente por no mover paquetes lo suficientemente rápido. El sistema va tan lejos como para realizar un seguimiento del «tiempo libre en la tarea», que la empresa abrevia como TOT. Si los trabajadores dejan de escanear paquetes durante demasiado tiempo, el sistema genera automáticamente advertencias y, finalmente, el empleado puede ser despedido. Algunos trabajadores de las instalaciones han dicho que evitan ir al baño para mantener su tiempo en línea con las expectativas.
La carta también detalla más ampliamente los estrictos estándares de Amazon. “Los asociados deben ser detallados y eficientes en el procesamiento de cada pedido”, se lee en la carta. Para garantizar que la eficiencia continúe, la empresa ha desarrollado «una métrica de productividad patentada». Amazon dice que esos objetivos se establecen de manera objetiva y que se basan en métricas como la demanda y la ubicación de los clientes.
Así que si el algoritmo está configurado para rastrear la productividad en base al número de paquetes que sella cada empleado, entonces un trabajador podría ser visto como más productivo porque despacha más pedidos, aunque el resultado sea el mismo.
Pero, ¿qué ocurre cuando los estándares de productividad no son absolutos, sino relativos? El caso de Amazon ofrece algunas claves.
El informe de The Verge muestra que sus sistemas automatizados confían en estándares de productividad que cambian constantemente: «Amazon dice que la recapacitación es parte del proceso para que los trabajadores cumplan con los estándares y que solo cambia cuando más del 75% de los trabajadores de un centro lo hacen». Stacy Mitchell, codirectora del Instituto para la Autosuficiencia Local y destacada crítica de Amazon lo resume así: «Una vez que la mayoría de la gente en un almacén alcanza la tasa de productividad establecida por Amazon, ésta aumenta. Los empleados tienen entonces que tratar de superar a los demás para cumplir el objetivo». Así que es una carrera de locos para salvar tu trabajo y no quedarte abajo», añade Stacy. «No importa si eres más productivo que los trabajadores de un centro hace un año. La productividad absoluta no importa». Y tú, querido lector, te preguntarás: ¿y qué?, ¿cómo voy yo ahí? Si muy seguramente tienes un trabajo de 9 a 6, con prestaciones sociales y un escritorio adornado con figuritas lego de los Vengadores y nada que ver con el mundo de los empaquetadores de amazon. Y yo te respondo: ¿acaso tú no estás trabajando para un algoritmo también? En un artículo salido en el blog think with Google, el futuro de la publicidad está cada vez más ligado a la data que obtiene el gigante informático de sus millones de usuarios alrededor del mundo. Según Clara Moreno Saez, Google Marketing Platform Sales Specialist, la publicidad en las plataformas será segmentada según los intereses de los usuarios, claro, pero además se establecerá un escrutinio mucho más profundo en los hábitos de consumo. A partir de la data ya somos capaces de saber a quién se le está hablando, de qué se le va a hablar, en qué momento del día es oportuno hacerle llegar una publicidad y según las particularidades de la vida de la persona, en qué momento hay que hablarle de un tema en específico para que el mensaje impacte con más fuerza. Los que han trabajado con la data y la segmentación de públicos en las plataformas de google y facebook saben cómo funciona. Según los metadatos que dejamos en los navegadores y las redes sociales, Google y facebook saben qué clase de comida nos gusta, el tipo de ordenador que utilizamos y hasta el historial de navegación pornográfica más recurrente. Eso ya no es noticia. Lo que este artículo sugiere es que la inteligencia artificial irá más allá en el estudio y recolección de datos de nuestro día a día. Así, por poner un ejemplo, Google sabrá en qué momento exacto podrá y tendrá relevancia ofrecerte un servicio de funeraria, basándose en los datos de navegación, el tipo de conversaciones que hayas tenido en los últimos meses y algún acontecimiento reciente que pueda deducir de tus búsquedas. Hace un mes Spotify lanzó una nueva herramienta para su servicio. La plataforma de streaming musical utilizará un sistema de reconocimiento de voz para identificar el estado de ánimo del usuario. Dependiendo del tono, recomendará canciones que vayan de la mano con el estado de ánimo. Entre las posibles categorías se encuentran contento, triste, enojado o neutral. Esto dependerá de la entonación y el ritmo con el que hable la persona. Pero eso no es todo. Esta herramienta también registrará el género del usuario, la edad, el acento y el ambiente, para determinar si se encuentra sólo o acompañado. De nuevo, toda la información será procesada por un algoritmo que decidirá las recomendaciones a partir de la información que recolecta de los usuarios. En ningún caso habrá una intervención humana en la ecuación. Así, incluso en el caso en que el servicio no funcione tan precisamente como se quiere, no hay que involucrar factores humanos, solo modificar la programación para que sea cada vez más quirurgica en su funcionamiento. Este fenómeno entre la creatividad y la data que conocemos como “duplas híbridas” (recuerden que estamos en la era de los eufemismos), se traduce en que las agencias publicitarias están obligadas a pensar con la información automatizada que los algoritmos tienen de nosotros. Y no parece ser ya una opción, pues según el mismo artículo de google, “a día de hoy, sólo el 10% del presupuesto de medios se dedica a la creatividad, mientras que [la data] es responsable del 70% del performance de las campañas”. Así que la próxima vez que se enfrenten a un brief y un cliente tenga una “intuición”, “cosquilleo” o la “impresión” de que conoce a su público objetivo “porque lo ha hecho así toda la vida”, pueden decirle con toda certeza que su opinión, y la de todos los allí sentados, no es completa. Que ya existe una programación de unos y ceros que quizás conoce al público mejor que tú, que vale la pena usar esta programación para cumplir con el propósito del proyecto, ya que sumar las dos inteligencias, la tuya y la de la máquina traerá mejores resultados. Pero si quieren ir más allá, pensemos por un momento que las investigaciones alrededor de las inteligencias artificiales vienen creciendo desde hace años en las potencias mundiales. Estados Unidos la encabeza con sus gurús tecnológicos, claro, pero no para recomendarnos canciones de David Bowie. Al tío Sam le interesa usar estos sistemas automatizados en sus protocolos de defensa, espionaje y respuesta ante posibles ataques extranjeros; en la manera como administra su bolsa de valores con automatización de inversiones; en el control social de su población con el uso de la información facial de los dispositivos móviles; y en la forma en que se encamina el discurso público de las redes sociales, como sucedió con facebook en 2018. Y como no podía ser menos, al otro lado del mundo Rusia y China hacen lo mismo con sus propias herramientas. Los asiáticos destinan el 48% del capital de riesgo mundial en investigaciones sobre el IA. Además, se suma el problema del desempleo generado por la automatización de una parte importante de la fuerza laboral actual a manos de la IA, donde resalta de nuevo el caso de Amazon y su tensa situación con sus trabajadores. Pero como dice el refrán: “solo Alá es perfecto y todopoderoso”. Incluso los más entusiastas colaboracionistas de la IA temen algunas de sus posibles consecuencias.Un código mal programado, un hacker con las suficiente experticia o un simple subidón en la corriente que queme un servidor puede provocar un desastre financiero, una guerra nuclear o que se te borre el historial de Netflix. Así que buena parte de las anticipaciones de los trabajos del futuro están relacionados con el uso, manejo y control de la IA desde distintas facetas. La programación, claro, está en primer lugar de las carreras más demandadas, pero le siguen de cerca carreras que sepan interpretar y usar la data para ventas y marketing. Y luego, fuera de este espectro las artes y la creatividad están alcanzando cada vez más fuerza por sus propiedades comunicativas. Hay que ver, por ejemplo, la gran cantidad de imágenes que dejó el último día de la mujer, donde se pudieron registrar miles de manifestantes en todo el globo, usando los mismos símbolos y colores de protesta. ¿Tendremos que enfrentarnos a nuestro propio Frankenstein en el futuro?, pregunta Elon Musk al referirse a la inteligencia artificial y todo el poder que ha ido adquiriendo. ¿O tendremos que ser como Karla, la quejetas, y agachar la cabeza al que posiblemente sea nuestro jefe robot? Desafortunadamente no hay forma de saberlo… aún. Por lo pronto varios analistas señalan la importancia de adaptarse a esta nueva realidad, que después del 2020 dejó más claro lo dependientes que somos de la tecnología y sus componentes, y como el futuro inmediato pinta de un color acero cromado.